Freyja sabe que ha llegado el momento. Y no puede hacer nada para evitarlo porque es como está escrito.
"La niña debe descender a Midgard, solo así su furia despertará"
Esas fueron las palabras de Skuld, norna del futuro.
Y ella, si pudiera, se pondría en su piel y pasaría por todo lo que su valkiria más querida tiene que pasar.
Pero Mizar, realmente, desea descender. En más de una ocasión la ha visto en Bifröst, junto a Heimdall, observando a los mortales desde las alturas. Siente verdadera curiosidad por ellos y sus costumbres. Aunque algunas sean ridículas e innecesarias.
Entiende esa curiosidad. Es una adolescente, y aunque en Asgard tiene miles de cosas por experimentar y aprender, siempre es más atractivo lo que no se puede tener.
También entiende que, al tener un lado humano tenga la necesidad de conocer esa parte. Aunque haya pasado toda su vida fuera de Midgard. A pesar de que nada le ata a ese Reino. Y a pesar también, de que ese lado humano esté cada vez más apagado y menos arraigado a ella.
Desde el momento en el que el rayo impactó en la madre de Mizar estando embarazada de ella, el pequeño feto dejó de ser humano y pasó a convertirse en un ser sobrenatural. Una dísir.
Pero a diferencia de sus hermanas, Mizar, nunca recibió la "vugge". Ella no había respondido a la canción de cuna de Freyja. La diosa cantaba a todas las valkirias una canción que las instaba a agitar las manos. Cuando las agitaban, las bebés sacaban rayos, la prueba de que eran auténticas valkirias. Mizar no había sacado ni uno.
En el Valhall nunca se había enfurecido. Jamás. Ella siempre había sido diferente, se había sentido distinta al resto de sus hermanas.
Pasó el tiempo y su cuerpo despertó de otra manera, pero seguía aletargado en muchos aspectos. Cero rabia, cero furia, cero temperamento, pero no era indiferente a la presencia de los mortales.
Tuvo que aprender a convivir con ello, pero para Mizar fue duro, pues se sentía incompleta. Como si le faltara una parte.
Y ahora, después de todo este tiempo, las Nornas hablan.
Freyja y Odin tuvieron una larga charla semanas atrás, y solo después de consultarlo con Valka, la vidente de Asgard y las Nornas, decidieron que si el destino de Mizar es descender, deben respetarlo. Y dejar que todo suceda como debe ser.
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Freyja nota la presencia de Odín antes de que éste traspase las murallas de su palacio en Fólkvangr.
Es de los pocos que pone los pies en suelo Vanir. Freyja recibe en Fólkvangr a la mitad de los caídos en combate, perteneciendo la otra mitad a Odín. Así se aseguran de mantener un equilibrio justo entre las dos deidades.
Las valkirias tienen acceso siempre. A ellas jamás se les prohíbe el paso.
La Diosa rubia tuerce el gesto a medida que Odín se acerca.
Le duele. Le duele en lo más profundo tener que separarse de Mizar.
En todos estos años ha forjado un vínculo especial con la niña y le tiene mucho cariño. La quiere igual que si fuera su hija.
De hecho todas las valkirias son como sus hijas, pues ella misma se encarga de cuidarlas desde que nacen hasta que toman la manzana de la inmortalidad de Iðunn.
Odín se acerca, con ese porte masculino y algo soberbio, como es él.
Las malas lenguas de Asgard rumorean que entre el Dios y la Diosa hay algo más que un trato cordial. A pesar de estar casado con Frigg, las andanzas de Odín son bien conocidas por la gran mayoria de Asgardianos.
-Hola, Freyja. Dichosos los ojos...
-Hola Tuerto...
-Siempre es un placer para la vista hacerte una visita.
-Desgraciadamente no puedo decir lo mismo. Luego tendré pesadillas con tu fea cara.
-No empecemos, Freyja. Ya sabes a qué he venido.
-¿Ya? Déjame despedirme de ella, al menos.
-Sé que es difícil para ti porque la consideras una hija. Pero sabes que estará bien. Al fin y al cabo solo le pasarán cosas mundanas. Cosas normales de los mortales.
-¿Y piensas que por ser asuntos mortales ya no lo va a pasar mal? Estará lejos de su casa y de su familia, ¿no es suficiente motivo para preocuparme?
-Pero sabes que Mizar es fuerte y podrá con todo eso y más.
-¡Y tú qué coño sabes, tuerto! No has sido tú el que la ha criado desde que nació.
-Mi Mizar es una valkiria, sí. Pero es una niña sensible y le afectan las cosas más que a sus nonnes. Además, todos sabemos que en Midgard se siente diferente. Y va a tener que lidiar con un montón de emociones y sensaciones nuevas para ella. ¡Cómo no me voy a preocupar!
Odín sabe que Freyja tiene razón. Y no le gusta tener que ocultarle la verdad a la niña. Pero también sabe que cuando llegue el momento, todo lo que ahora va a ocultarle, le será descubierto. ¿Deberían sincerarse con Mizar y advertirle de todo lo que va a pasar ahí abajo? Sí, deberían, pero entonces las cosas no pasarían como deben pasar.
-Mira, ¿sabes que te digo? Que mejor hablo yo con ella. Tú, como hombre que eres, vas a ser un bruto y un simple. Y me la vas a asustar. Largo.
-Por los Dioses, Freyja, eres imposible a veces.
Y tal como Odín viene, Odín se va.
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-¿Por qué me has traído aquí, Freyja?
-Bueno, quiero hablar contigo de una cosa...
-Se que, cuando terminas los entrenamientos, te vas a Bifröst a observar a los humanos.
-Siento mucha curiosidad por ellos, no sé.
-El ser humano es muy complejo. Son seres magnéticos, emotivos, pasionales, viscerales, y también son crueles, indiferentes e ignorantes...Son de todo, y lo son mucho. Hay un gran potencial tras ellos, pero no se quieren dar cuenta.
-Otros son todo lo contrario, y están llenos de maldad y malas acciones. Son envidiosos, egocéntricos, perversos y hacen daño a su prójimo sin importarles nada.
Debes tener cuidado a la hora de elegir, Mizar.
-¿Por qué me estás diciendo todo esto, Freyja? Acaso...
-¿No es ese tu deseo? ¿Descender y tener contacto con ellos? ¿Conocer de primera mano cómo se desenvuelven en Midgard?
-¿Lo dices en serio?
-Bueno, tienes un lado humano, es muy normal que sientas curiosidad por saber cosas del Reino de tu madre. Y nosotros, Odín y yo, hemos estado hablando y hemos decidido que no te vendría mal pasar un tiempo allí abajo. Conocer, crecer, madurar...
-Pero no debes relajarte, valkiria. El Midgard también guarda sus misterios y sus peligros. Debes saber defenderte de ellos. Vas a tener que espabilar, Mizar. Ahí abajo no cuidarán de ti como lo han hecho aquí. Si pueden doblegarte lo harán.
-Pero Freyja yo...Ya sabes que pasa con mis rayos, se descontrolan...No soy una valkiria al uso, completa...
-Yo tengo confianza en que explotes en algún momento, y quiero ver los rayos y centellas. Eres mia, Mizar. Eres una rareza, pero nunca me he equivocado con vosotras. Si digo que eres una valkiria, es que eres una jodida valkiria ¿Entendido?
-¡¡Gracias Freyja!!
-Quiero que sepas que todo esto lo hago, o lo hacemos, por tu bien.
-No obstante, no te dejes llevar ni por los caprichos ni por el deseo que a veces puede cegarte. El Midgard está lleno de cosas atrayentes muy magnéticas. Y de mortales que te pueden hacer perder el norte. Ten mucho cuidado con esto último, Mizar. Vigila bien a quien entregas tu corazón...
Mizar escucha las palabras de la diosa y no entiende porqué se las dice. Ella no piensa en enamorarse de ningún mortal. Sólo quiere descender para experimentar cómo es vivir entre ellos. Para conocer la cultura y sus costumbres.
¿Enamorarse? ¡Por los Dioses! Si es muy joven aún para pensar en eso. Ella quiere pasárselo bien, sin ataduras, aprender. La curiosidad valkiria le puede más que otros asuntos.
No puede creer que por fin vaya a descender. Lleva soñando con este momento desde ni sabe cuando. Y no entiende porqué esa necesidad de descubrir el Reino de los mortales. Pero a pesar de todo la malo que puedan tener, los encuentra fascinante. Quizás, cuando los conozca, se lleve una decepción...
-Midgard, allá voy. No se que sorpresas me tendrás preparadas, pero espero que sean agradables.
Miz 😍