6. El Cazador...

Gracias a Lola por su capítulo que debes leer antes. Si quieres conocer más cosas sobre Deborah, pásate por su blog :)

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Ian llega a casa después de un día de mierda. Últimamente todos son días de mierda. Bueno, y qué espera dedicándose a lo que se dedica. Suspira hastiado de todo.

Lo primero que hace nada más entrar en su casa, es ir a por una de las botellas que la guapa Deborah le hizo llegar, tal y como prometió. Aún no ha tenido oportunidad de probarlo.

Han pasado un par de días desde que ella se presentó en la iglesia.

Su visita fue, cuanto menos curiosa y excitante al mismo tiempo. Es una mujer exuberante, y joder, Ian no esta ciego. Los ojos se le iban a todas partes de su cuerpo. Tuvo que hacer esfuerzos titánicos para mirarla a los ojos.

La botella tiene pinta de ser cara. Piensa pillar una buena esta noche. Lo necesita.

Se descalza y va a su habitación con la botella y una copa en la mano. Al otro lado de la pared se oye la música del maldito "El Cisne Negro".

Está hasta la polla, pero aún así, ese local convertido ahora en su casa, le gusta demasiado. Se siente a gusto.

Da un par de sorbos a la copa, saboreando el vino. Es exquisito. Este ni de coña se lo lleva a la iglesia. Piensa quedárselo...Estaría bien tener a alguien que bebiera con él, manteniendo una conversación interesante, algún colega. Y es que desde que salió de ese mundo de mierda, pocas amistades le quedaban. La mayoría estaban criando malvas.

Menudo desastre...

Y para colmo tiene unas ganas enormes de follar. Esto del celibato no es para él...Ese voto lo va a romper, lo tiene más que claro. Nadie en su sano juicio soporta tantos años sin tener sexo, y él se esta volviendo loco ya.

Otro sorbo más. Joder, el vino entra suave como la seda. Piensa un poco en su vida...A veces se siente solo. Y sabe que debería ir a visitar a su madre, pero le hizo tanto daño en el pasado que se le cae la cara de vergüenza.

A sus 36 años ¿Qué es lo que tiene? Una vida de mierda...Solo, aburrido, harto de todo...Necesita un poco de emoción en su vida. Un rayito de luz que ilumine, aunque sea un poco, sus días oscuros.

Lo mejor es seguir bebiendo hasta olvidarse de todo...Mañana será otro día.

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Ian reza, como siempre, antes de cerrar la parroquia. Es domingo al atardecer y termina otra aburrida semana.

Reza por toda la maldita humanidad que parece volverse loca a pasos agigantados. Y nadie parece verlo. O si lo ven, nadie hace nada para impedirlo.

Sin ir más lejos, semanas atrás en las noticias de la noche, se daba la alarma de que un lobo gigante había causado destrozos y algunos heridos en SM.

¿Quién en su sano juicio va a creerse eso? ¿Es que nadie ve más allá?

-Y protege a los inocentes de toda esta barbarie en la que el mundo está sumido...Todo está corrupto, y me incluyo, ya que últimamente tengo pensamientos impuros cada vez más a menudo.

Amén.

Se dirige a la sacristía para cambiarse de ropa. Esta impaciente por salir de ahí. Ha descubierto un nuevo entretenimiento un par de días atrás.

Y joder, ese acontecimiento le ha devuelto al menos cinco años de vida. Vuelve a sentirse vivo. Es eso lo que realmente necesita. Esa adrenalina corriendo por sus venas.

Cierto es que esta algo desentrenado, pero eso tiene fácil solución. Es como montar en bici, nunca se olvida. Un poco de entrenamiento y listo.

Da gracias al cielo por seguir manteniendo el mismo tipo que diez años atrás. Porque sí, han pasado diez años desde que se enfundó por última vez el traje.

Desde que sabe que alguien le sigue cada noche al salir de la parroquia, ha tenido cuidado y ha estado durmiendo en un motel, lejos de su casa, para no descubrirse y ponerse en bandeja.

Si tan solo supiese algo de su mentor. Desde aquella fatídica noche, no ha vuelto a saber nada de él. Era como si la tierra se lo hubiese tragado.

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Cazarle no había sido muy complicado. El pobre desgraciado era poco disimulado, joven e inexperto. E Ian ya contaba con la sabiduría de un hombre adulto a las espaldas. Además, había recibido buenas enseñanzas y eso se había quedado grabado a fuego en su cerebro.

Así que cuando su perseguidor se despistó unos segundos, Ian, le dio caza.

Él sabe que viene de nuevo a intentar sonsacarle información. Y el hijo de puta es rudo, pero él no suelta prenda. Las órdenes eran claras. No decirle nada al maldito cura.

Y hasta ahora lo esta consiguiendo. Tampoco sabe cuanto durará su fuerza de voluntad, pues la sed empieza a hacer mella en su cuerpo y la voluntad le flaquea por momentos. Encima, el condenado ha dejado una botella llena de sangre, y el olor de ésta le está volviendo loco.

Ian baja y se enciende un cigarro. Da una larga y profunda calada. disfrutándolo.

Su "centro de operaciones" está bajo tierra, bien oculto al ojo humano. La tapadera es una vieja chatarrería que se utilizaba más bien para dejar ahí los viejos contenedores que provenían del puerto y que ya no eran utilizables. Se había buscado la vida, años atrás, para lograr construir su búnker, como él lo llama.

Se acerca al chico, que le lanza una mirada furibunda. Se nota que está en los límites.

Es curioso como después de tantos años apartado, sigue sintiendo ese cosquilleo recorriéndole el cuerpo. Tiene que admitirlo, le gusta esa sensación de poder. Disfruta con lo que hace. Es una manera de vengarse por todo el daño que le hicieron.

Ian tira el cigarro al suelo apagándolo con la punta del zapato en un movimiento rápido. Suspira y se agacha frente al desgraciado. Le mira, fijamente a los ojos, sin decir ni una sola palabra.

-Vamos, hijo de puta, -dice el chaval, con rabia en la voz- mátame de una vez, sé que lo estás deseando.

Pero Ian sigue sin decir nada. Solo le mira, pensando en lo hijos de puta que podían llegar a ser algunos vampiros.

Pero este desgraciado casi le da lástima. El pobre intenta ser fuerte y no decir ni una sola palabra...

-No tan rápido...Antes tengo unas preguntas que hacerte, de nuevo...

-Eres un estúpido, sabes perfectamente que no te diré nada.

Ian se sienta. Es paciente, y tiene toda la noche para pasarla en vela si hace falta. El vampiro está impaciente, abría y cerraba las aletas de su nariz, llenándose del dulce aroma de la sangre flotando en la estancia.

Intenta arrancar las cadenas, pero la fuerza se le va por momentos. Es un neonato y está sediento.

-Puedes intentarlo las veces que quieras. No lo conseguirás.

Repito de nuevo ¿Quién te envía?

Pero no recibe la respuesta que esperaba. El vástago abre la boca y de ella sale un alarido frustrado y rabioso al mismo tiempo. Empieza a mostrarse su verdadero carácter y su desesperación. Tiene ganas de hincarle el diente y dejar seco al maldito cura.

-Prefiero que me mates antes que traicionar a los míos. ¡No pienso decirte nada!

Pero Ian empieza a formarse una idea sobre quién es. No lo sabe con seguridad, pero no hay otra explicación. Tiene que ver con alguien de su pasado. Alguien que Ian conoce muy bien.

Y ¿por qué quieren tocarle los cojones ahora, después de diez años? Cinco se los había pasado metiéndose de todo y destrozando su cuerpo, y otros cinco, recuperándose de sus errores.

Ya estaba fuera de ese mundo, pero no iba a permitir que vinieran a joderle la vida ni un solo vampiro más.

-Eso seria demasiado aburrido para mi y muy fácil para ti y hace tiempo que no me divierto...

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Una hora estuvo pero no sacó nada. El condenado es duro de roer. Pero lo que no sabe es que Ian es aún más terco y al final se saldrá con la suya. Pasa a una sala contigua a donde está, dejándolo solo de nuevo y justo en ese momento el teléfono suena.

-Hola Ian. Cuanto tiempo sin saber de ti...

Por muchos años que pasen reconocería esa voz femenina sin dudar ni un solo instante.

Y la llamada le pilla desprevenido y le descoloca, pues pensaba que habían desaparecido. Desde hace años, ha estado investigando, buscando alguna pista sobre su mentor, pero no había encontrado nada absolutamente. Pero eso es algo que no le sorprende. Deben permanecer ocultos...